Daño solar

Aunque nos encanta su calor y el bronceado que nos deja, la exposición solar sin protección es el principal enemigo de una piel sana y joven.

Los rayos ultravioleta (UV) del sol, UVA y UVB, son invisibles pero poderosos, y pueden provocar:

  • Quemaduras solares: El enrojecimiento, dolor y descamación son una señal de que los rayos UVB han dañado las células de tu piel.
  • Envejecimiento prematuro (Fotoenvejecimiento): Los rayos UVA penetran profundamente y rompen el colágeno y la elastina, las fibras que mantienen tu piel firme y elástica. El resultado son arrugas, líneas de expresión más marcadas, flacidez y una textura áspera o "cuero".
  • Manchas solares (Hiperpigmentación): La exposición al sol estimula la producción de melanina, el pigmento que da color a nuestra piel. Con el tiempo, esto puede llevar a la aparición de manchas oscuras, léntigos solares (también conocidos como "manchas de la edad") y un tono de piel irregular.
  • Deshidratación y sequedad: El sol puede despojar a tu piel de su humedad natural, dejándola seca, tirante y propensa a la descamación.

La buena noticia es que gran parte de este daño es prevenible o si el daño está hecho hay formas do aliviarlo.

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